Esta semana fue, y aún lo es, un tanto bajón para mi, y cuando digo bajón me refiero a dolores que traen aprendizajes.
Entre otras cosas dedique un buen tiempo a reflexionar sobre la soledad, o mas bien sobre el ser un solitario. Desde niño me toco, elegí (y aun elijo) serlo, un poco por no identificarme con las costumbres sociales, otro poco por haber pasado mi niñez en un pueblo solitario del sur que facilitaba la instrospección, otro poco por haberme criado sin hermanos y otro poco por tener gustos que salían de lo común para mi edad.
Para los solitarios la soledad suele tener dos facetas, una es bella, es la soledad autoimpuesta que te permite reflexionar, indagar, soñar y autoconocerte, esa que te permite viajar dentro de vos una y mil veces, y te permitir ser vos mismo sin ninguna barrera, es donde entra mi oda a la individualidad que reza algo así como “No es que no me importe lo que los demás piensen de mi, sino que me importa mas lo que Yo pienso de mi”.
La otra, es la soledad impuesta por el entorno, esa que no querés, esa que te agobia y no te deja respirar.
Vivimos rodeados de canales de comunicación, mas que en ningún otro momento de la historia humana, y sin embargo, tenemos el mas bajo grado de calidad de contacto, y la mas alta banalización de los sentimientos, esto y varias cosas mas te llevan a sentirte internado en una marea de gente, rodeado de personas, y a la vez… mas solo que nunca.
Por esta ultima forma de soledad, es que muchos desarrollamos una careta o en otros casos un muro, que nos permite mantener nuestra fracción de individualidad, y autenticidad, ese lugar donde vos sos vos, totalmente virgen de la acción exterior, algunos nos disfrazamos de humoristas, otros de extrovertidos, otros de nihilistas y así… pero al cabo de un tiempo corto o largo según las vivencias de cada uno, nos damos cuenta que esa careta/muro nos termina aislando del mundo también para mal, y es ahí donde, juntando fuerzas, nos convertimos en valientes héroes derribando los muros que nosotros mismos construimos, y nos mostramos como somos, sin tapujos, desnudos y sin temor a la mirada exterior de aprobación o desaprobación, después de todo, te das cuenta que viniste a este mundo solo, y cuando partas sera igual. La gente que tenes alrededor son acompañantes de este camino llamado vida.
Es difícil? Si, suele serlo, creeme que lo se.
Aquellos que como yo hayan optado por este camino, solo me restan dos cosas por decirles, una es un consejo, y la otra, un deseo.
El consejo es que disfruten de quienes son, disfruten de ustedes mismos ya que esa persona que ven en el espejo día a día es la que los va a acompañar si o si por el resto de sus vidas.
El deseo? Facil, el deseo es que en este camino de la vida encuentren a esa otra persona portadora del sol en sus ojos, que les permita disfrutar de la soledad…..en buena compañía.
Beto
Suena de fondo “Martha” de Tom Waits
29/4/2016
Para la “La vergüenza dura un ratito”